Cuando las dudas cóncavas evolucionan y se tornan convexas.
Cuando la transformación de un arco nos lleva a encontrar la tangente de nuestros cuerpos.
Entonces, el mar se seca y la sal nos petrifica los huesos.
Revolcarme en tu alfombra soñando que no hay mañana,
conducir mis deseos por esquinas recónditas,
susurrarte cada mañana un "te amo" plagado de besos.
Cuando caminar entre las nubes es jugar con silencios.
Cuando el algodón de azúcar de tus labios
hace vibrar mis sentidos y calienta mis manos heladas.
Entonces, la lluvia cae sobre mi rostro y sonrío.
Acariciarte la espalda, hacerte cosquillas, susurrarte al oído.
Bailar con los ojos cerrados, escuchando a las estrellas.
Envidiar a la luna porque ilumina tus ojos cansados cada noche.
Envidiar el resplandor que irradia sobre ti,
sobre tu cuerpo tibio, sobre tus uñas quebradas.
Mirarte en silencio mientras duermes,
y en medio de la madrugada,
besar tus párpados, que sueñan con lugares lejanos,
vidas mejores, utopías en las que construir un futuro mejor.
Cuando la ropa sobra, la piel sobra...
y sólo son necesarias nuestras pupilas mirándose fíjamente.
Cuando las tormentas de tu mente se disipan ante mis palabras.
Cuando dudar es absurdo e inútil, y aún así probable,
déjame acariciarte el alma y recordarte
que nada puede derrotarnos.
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