jueves, 29 de marzo de 2012

29-M

Acabo de llegar a casa y no sé cuál es mi estado de ánimo. Decidí adherirme a la manifestación del bloque crítico del 15M, a quienes se habían unido los de la CNT. La gente se concentraba en la calle Viaducto Marquina, todo de muy buen rollo, con ganas de que pasara la mani de los sindicatos y unirnos a ellos, pero como bloque diferenciado protestando por algo común. Tres lecheras de la nacional estaban al principio de la calle, cosa que a nadie extrañó.

Cuando la manifestación convocada por UGT, USO y CCOO llegó a nuestra altura, en lugar de seguir hacia el Paseo de los Álamos (donde finalizaba la mani), empezaron a subir hacia nosotros, dejando a la policía nacional entre ambos grupos.
Ellos querían que bajáramos y nos uniéramos. Nosotros, queríamos bajar y unirnos. Y entonces, la policía nacional, en toda su racional sabiduría, decidió que no, que ni pa' arriba, ni pa' abajo. Que no se les ponía a ellos en los cojones dejarnos pasar.
Parece ser que eran órdenes de arriba, directas de Gabino de Lorenzo, desde enero, actual delegado de gobierno en Asturias... hay rumores que dicen que a petición de los líderes sindicales, que no querían ver mezclados al 15M y a otros pequeños sindicatos en "su" manifestación.

Estuvimos casi tres cuartos de hora en esta situación, hasta que hartos de esperar. comenzamos a caminar hacia abajo de la calle, para unirnos a los que esperaban. Y como era de preveer, los nacionales empezaron a cargar. Ví palos, hostias y de todo a menos de 3 metros de mí. Intenté hacer fotos pero los empujones no permitieron que fueran muy buenas y lo único que sale medianamente bien es ya desde más lejos y no se aprecia mucho, solo unos cuantos policías mirando hacia atrás mientras otros compañeros suyos seguían dando palos. Se ven también fotógrafos y una cámara de TV grabando, así que espero que salga en algún medio.
Pasé del miedo a la RABIA en segundos.
Por lo que supimos después, hubo dos detenidos. Por nada, simplemente por querer andar LIBREMENTE POR UNA CALLE.




Quince minutos más tarde y a tenor de lo ocurrido, varios integrantes de UGT, con chalecos identificativos y otras personas (entre ellas el padre de un amigo, con quien estuvimos un ratito comentando la jugada) subieron de la otra mani hacia la policía y mediaron para que nos dejaran pasar. La nacional (estos sí, sin identificar, excepto por su uniforme, pero sin chapitas) se echó a un lado, contra la pared de un edificio y todo el mundo estalló en aplausos. Nos unimos a la manifestación de los sindicatos, y puedo decir, que allí no éramos cuatro gatos. Todos juntos luchando contra lo mismo.
No sé cuántas personas podría haber, soy un poco mala calculando, pero si esta mañana en Gijón había 15.000, en Oviedo se rozaba el doble o quizás se superaba.



No sólo nos roban y se creen que somos tontos. Encima se chotean de nosotros en nuestra cara, e intentan hacernos creer que vivimos en una democracia. Pero no es así. Hoy puede ver que ni caminar por una calle se puede si a unos vestidos de azul se les antoja que no, que ahí te quedas. No daba crédito, no podía creer que se liaran a dar palos por NADA.

Hoy me acordé de los que lucharon detrás de mí y dejé escapar varias lágrimas pensando en los que vendrán, en mi sobrinín Andrés que nacerá en junio, y en que se merecen que les dejemos mejores derechos de los que nosotros tenemos, no peores. Que tienen que vivir en otro mundo, con otro sistema, porque éste, claramente, no funciona. Que no podemos seguir pagando los mismos, y que tenemos que dejar de poner el culin y empezar a luchar por lo que es de todos, no sólo de unos pocos.

Y si alguno de vosotros llega al final de esta parrafada, espero que no haya caído en saco roto.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Los de la furgoneta roja (microcuento)


Ahí estaban, de nuevo, los de la furgoneta roja.
Roja, qué ironía que fuera de ese color. Siempre aparecían de noche, y mi madre, dejaba la puerta entreabierta, muy levemente, para vigilar desde dentro de la casa. Para saber a quién se llevarían esta vez. 

Al día siguiente, hacíamos los casi 40 km que separaban el pueblo de la ciudad donde estaba mi padre, encarcelado por rojo. Un color que yo había aprendido a odiar, gracias a la furgoneta. ¡Había tantos colores bonitos! Y él, tuvo que dejar el teatro, que estaba pintado de todos ellos y cambiarlo por la cárcel, por ser afín a uno solo.

Hacíamos el camino a pie o en burro, como podíamos. Le llevábamos patatas o lo que hubiera por casa, y mi madre, le contaba a quién se habían llevado, los de la furgoneta roja.


(Esta historia es real. Me la contaba mi abuela Kika, en las noches de verano de mi adolescencia, bastante antes de contraer esa absurda y torpe enfermedad llamada Alzheimer. La niña, era ella. La madre, mi bisabuela. Sirva de pequeño homenaje a todos aquellos "desparecidos" durante la Guerra Civil, y en la posguerra y que acabaron con sus huesos en cualquier cuneta).

sábado, 17 de marzo de 2012

Soledad

Nunca he sabido estar sola.
Puedo disfrutar de una tarde, de una noche, de un trocito de día.
Pero en cuanto paso más de doce horas sin contacto con otro ser humano,
contacto real, digo, no teléfonico o virtual, me vengo abajo.
Los monstruos de mi armario se sublevan.
Los fantasmas del pasado revolotean, y los del futuro, me lanzan dardos.
La fantasía, que puede desbordarse en cualquier momento,
es difícil de contener.
Y a veces, esa fantasía, en lugar de ser fructífera,
y ayudarme a rellenar folios o a escribir poesía,
se toma la justicia por su mano y estalla en negra agonía.

¿Cómo le doy una patada en los cojones a la soledad?
¿Cómo recupero los trozos rotos de cariño?
¿Cómo recompongo mi vida?

Nunca he sabido estar sola.
Necesito una mano amiga que me levante cada vez que me caigo.
Necesito una mirada templada y serena que me haga ver
que la imaginación a veces no es buena compañía,
en especial, si es la única compañía.
Acabar hablando con una almohada,
cocinando para tu perra o luchando contra el sueño
a las diez de la noche, no puede ser saludable.
Que el cansancio me agote porque me cuesta dormir,
que la voz se me quiebre porque no haya con quien hablar,
que el silencio sea musa y música de los rincones de esta casa.

¿Cómo le devuelvo la alegría a este sueño?
¿Cómo recupero lo que perdimos?
¿Cómo conseguir que tus ojos brillen de nuevo al mirarme?