

Me asomé al mar y en lugar de ver mi cara reflejada en la luz de la luna... me encontré con la tuya. Me mirabas apagado, pétreo, sombrío. Y aunque me asusté porque tu mirada vacía me gritaba que ya nunca podrías salir, me sentí tranquila al darme cuenta de que si queríamos permanecer juntos para siempre, el único lugar posible era el mar. Así que me dejé caer, me sumergí en la oscuridad de ese mar que tanto habíamos compartido, me mecí en sus olas y te agarré fuerte de la mano, para que mi último suspiro acompañase al suspiro de la luna, cuando coqueta, se miraba en el espejo del mar.
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