Tumbarme en la cama e imaginar cómo duermes tú. Y tú. Y tú. Y tú. Y tú. Si, ya sabéis quiénes sois.
Pequeñas palabras que alegran mi alma a diario. Os imagino descansando, sobre las camas, colchones de plumas, edredones calentitos, protegidos, tranquilos... yo velo por vosotros.
Durante el día, comparto trinos, comparto ilusiones, comparto miedos, noticias, risas... comparto la vida. Durante la noche, unos pocos velamos por los demás. Yo, por ejemplo, mantengo el rabillo del ojo en el
timeline mientras Morfeo intenta engañarme y atraparme en sus redes. Hay días que lo consigue antes, pero entonces, el insomnio de otro ocupa su puesto ante la pantalla, grande o pequeña, y mantiene viva la ilusión.
A algunos, les damos unos días de tregua, esperando, leyendo con atención, viendo si nos gusta lo que escriben y cuando nos queremos dar cuenta, nos han llegado tan dentro que es imposible dejarles marchar. A otros, ni siquiera les seguimos. Leemos sus biografías y pensamos, no me interesa, no lo necesito. Información redundante. Pero otros habrá que piensen lo contrario. Esa es la magia de estos trinos, hay sitio para todos y nunca te sientes solo.
Unos trinan sobre la vida, otros sobre política. Los hay que trinan sobre deportes y apoyan como legión a grandes hombres. Los hay que cuentan sus desventuras, sus alegrías... hay trinos que simplemente, buscan hacerte reír. Y luego, están mis preferidos, trinos que cuentan cuentitos que en vez de cuentos acaban contando sueños. Ironías al cuadrado. Reglas de tres de la literatura. Personajes encerrados en 140 caracteres.
Hay trinos que cuando se silencian, los añoras. Esperas, día tras día, leer unas palabras de ese pajarillo. Y preguntas, indagas... y un día, regresan, con más vivencias que contar, más tristes a veces, más alegres quizás. También ocurre al contrario, cuando no te lo esperas, no sabes que eres un trino querido, alguien especial para alguien. Y eso te sorprende, te agrada, y te ayuda a crear vínculos fuertes con todos esos ruiseñores.
A algunos, les conocías antes, a otros acabas desvirtualizándolos. Y el placer de darte cuenta de que no ha sido un acontecimiento nuevo, ni aislado, sino que se parece más a un reencuentro, es indescriptible. A otros, no les conocerás nunca, años luz de distancia lo impiden. Pero forman parte ya de tu vida... a través de los pequeños trinos, cánticos minúsculos dándote los buenos días y las buenas noches. Contándote noticias del otro lado del mundo, animando días de lluvia, aburridas tardes de domingo, o lunes al sol.
Llevo viajando entre estos trinos algo más de dos años. Y creo que será el viaje más largo que voy a hacer. Me va a llevar toda una vida.