martes, 5 de julio de 2011

Lo divino de escribir

A veces creo que escribo para conseguir ser alguien importante, para borrar con mi huella la huella de otros, pero en el fondo escribo para que mi alma no muera, para desahogarme, para que el viento no me deje sin tristeza.
Si no me carcome la pena, no soy nada, mis manos son torpes y la letra se desvanece. Si no me atormento no puedo escribir. Y la felicidad me enturbia las páginas, me desconcentra, la felicidad mata la inspiración.
Algunos necesitan amor, otros filosofan sobre la vida, los más se inventan lo que cuentan. Yo necesito sufrir. Y me psicoanalizo hoja a hoja, me juzgo. Creo, aunque no estoy segura de ello, que en la pena está la clave.
No se trata de masoquismo espiritual, ni de locura, se trata simplemente de un estado de calma, de sentimientos que reflejados en el frío papel, me tranquilizan el alma, escribir me hace sentir bien. Es como soñar, pero con los ojos bien abiertos, es como volar. Llegar al infinito rozando la eternidad y con el halo divino del misterio confundirme en una explosión onánica de estrellas y luceros. Y ver formarse a los planetas con el crudo boom de la imaginación.
Eso es escribir. Es sentirse libre, descubrir todos los secretos, llevar al final del caos toda la ilusión. Es vivir poco a poco, aunque a veces, ligeramente, la tristeza y la tranquilidad se confundan y no sepa seguir tras un punto y coma. Escribir es notar en el aire como te observan las hadas y musas del cariño, ver en el viento a un gigante bueno, que el mar te bañe a través del tiempo. Escribir es amar todo lo bello y llorarle a lo eterno, para seguir siendo yo, para convertirme en eterna y así escribir siempre, escribir para todos y para siempre.
No me importa que mi huella no impresione en esta tierra o en el lado oscuro y frío, sólo me importa escribir por todos los beneficios que me reporta. Purgar mi alma y estar segura de que he creado algo, sea lo que sea y ayude a quien ayude.
Sé que no borraré la huella de nadie porque la creación siempre es imperecedera, nunca muere. Y eso también es un lujo dentro de lo divino de escribir. Y eso también me hace sentir feliz, aunque me robe un trozo de inspiración.
Ojalá el no hacerme importante me sirva para ser más consciente de que la felicidad está en considerar que la propia tristeza es inherente a los sucesos, que es secundaria ante la de los demás, ojalá me haga ser tan humilde o más de lo que soy ahora y no anhelar alegrías que más tarde se volverán contra mí.
Si estás siempre triste, descubrirás cómo ser feliz sin sentirte desgraciado, y sin preocuparte porque un día pueda llegar la tristeza.
Prefiero seguir escribiendo para mi sola (¿para qué aburrir a nadie más publicando un libro?) y ser mejor persona, que regalar mis neuróticos pensamientos, y también los depresivos, sólo para enriquecer las arcas de mi cuenta bancaria (que por cierto, tener una hipoteca está dejando bastante minada).

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