A veces creo que escribo para conseguir ser alguien importante, para
borrar con mi huella la huella de otros, pero en el fondo escribo para
que mi alma no muera, para desahogarme, para que el viento no me deje
sin tristeza.
Si no me carcome la pena, no soy nada, mis manos son
torpes y la letra se desvanece. Si no me atormento no
puedo escribir. Y la felicidad me enturbia las páginas, me desconcentra,
la felicidad mata la inspiración.
Algunos necesitan amor, otros
filosofan sobre la vida, los más se inventan lo que cuentan. Yo necesito
sufrir. Y me psicoanalizo hoja a hoja, me juzgo. Creo, aunque no estoy
segura de ello, que en la pena está la clave.
No se trata de
masoquismo espiritual, ni de locura, se trata simplemente de un estado
de calma, de sentimientos que reflejados en el frío papel, me
tranquilizan el alma, escribir me hace sentir bien. Es como soñar, pero
con los ojos bien abiertos, es como volar. Llegar al infinito rozando la
eternidad y con el halo divino del misterio confundirme en una
explosión onánica de estrellas y luceros. Y ver formarse a los planetas
con el crudo boom de la imaginación.
Eso es escribir. Es sentirse
libre, descubrir todos los secretos, llevar al final del caos toda la
ilusión. Es vivir poco a poco, aunque a veces, ligeramente, la tristeza y
la tranquilidad se confundan y no sepa seguir tras un punto y coma.
Escribir es notar en el aire como te observan las hadas y musas del
cariño, ver en el viento a un gigante bueno, que el mar te bañe a través
del tiempo. Escribir es amar todo lo bello y llorarle a lo eterno, para
seguir siendo yo, para convertirme en eterna y así escribir siempre,
escribir para todos y para siempre.
No me importa que mi huella no
impresione en esta tierra o en el lado oscuro y frío, sólo me importa
escribir por todos los beneficios que me reporta. Purgar mi alma y estar
segura de que he creado algo, sea lo que sea y ayude a quien ayude.
Sé
que no borraré la huella de nadie porque la creación siempre es
imperecedera, nunca muere. Y eso también es un lujo dentro de lo divino
de escribir. Y eso también me hace sentir feliz, aunque me robe un trozo
de inspiración.
Ojalá el no hacerme importante me sirva para ser
más consciente de que la felicidad está en considerar que la propia
tristeza es inherente a los sucesos, que es secundaria ante la de los
demás, ojalá me haga ser tan humilde o más de lo que soy ahora y no
anhelar alegrías que más tarde se volverán contra mí.
Si estás
siempre triste, descubrirás cómo ser feliz sin sentirte desgraciado, y
sin preocuparte porque un día pueda llegar la tristeza.
Prefiero
seguir escribiendo para mi sola (¿para qué aburrir a nadie más
publicando un libro?) y ser mejor persona, que regalar mis neuróticos
pensamientos, y también los depresivos, sólo para enriquecer las arcas
de mi cuenta bancaria (que por cierto, tener una hipoteca está dejando
bastante minada).
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