Hoy, me he sentido extraña de mí misma. Ausente, vacua, etérea. Hoy, he tenido miedo y lo he aceptado. Hoy he sentido que una parte de mí, caía al abismo, entonaba un canto tenue y libraba una batalla con la razón. Una parte de mí, odiaba el pasado. Otra parte, amaba el futuro. Y ambos están hechos de la misma materia inerte, sobria y fría. Lo que cuenta es el presente.
Y el presente, mi presente... será que es agosto, será que hace demasiado calor, será... que me desespera la soledad. Amarte sin tenerte, buscarte entre las luces de las farolas mientras camino, odiarte por callar, por analizarlo todo, por creer que cada palabra de las que escribo son luceros para tu camino.
No siempre escribo por ti, ni para ti.
Hoy por ejemplo, sin sentido alguno, era para otros ojos. Unos ojos que llevan clavados en el alma de mi conciencia un tiempo. Prudencial. No conozco más que esos ojos, y me han revelado toda su alma, a través de la palabra, del pensamiento abstracto, virtual, real y humorístico de su -y aquí se va toda la lírica- mundo blogosférico. He sucumbido a su prosa, a su humor y sobre todo, como negarlo, a que se acuerda de mí de vez en cuando, sin conocerme, sin haber visto siquiera mi redondo ombligo. Y me dedica 'pío píos'. Esos ojos, unos cuantos años más jóvenes que yo, me parecen inteligentes, sensibles, poéticos.
Por segunda vez en mi vida he visto la edad como barrera. Y luego -soy como soy- me he dado cuenta de que es un arquetipo, un espejo en el que se mira la sociedad y que yo siempre acabo por romper.
Y luego me pregunto si no estaré idealizando esos ojos porque me recuerdan vagamente a otros. Soy psicóloga, dicen que lo analizo todo por deformación profesional. A mi misma, también.
Y eso me ha acabado por traumatizar, porque ahora a cada cosa que me gusta, le saco parecidos razonables con otras cosas, del pasado, mira tú por donde. ¿Pero no era un lugar inerte, sobrio y frío? si, era eso. Lo malo es que mi mente -absurda e impávidamente- se empeña en hacerlo tan agradablemente cálido...
Sé de todos modos que esta extraña sensación de admiración que sientes por un desconocido cuando sus opiniones, mordaces, son similares a las tuyas, acaba por desaparecer con el tiempo. Y si no desaparece, se convierte en un guiño secreto de complicidad. Y punto. No soy de idealizar, ya no. Demasiadas primaveras en la espalda y demasiadas decepciones me han hecho aprender que lo mejor, siempre, es no idealizar a nadie. Comprender y querer por los defectos casi más que por sus virtudes suele ser la mejor opción. Quiero decir que si los defectos que alguien pueda tener, los soportas con facilidad, ahí está la clave. Las virtudes pueden corromperse o ser disfraces.
Así que, extraña de mi misma, me he dejado llevar por los recuerdos y también por las ilusiones del futuro y he decidido escribir una mezcolanza de sentimientos, sensaciones, nervios en la boca del estómago, palpitaciones del corazón, para contar este batiburrillo de mentiras.
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